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1. Primer libro de la Biblia

2. Nueva Eva
3. Es una desobediencia a Dios

 

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4. Primera Buena Nueva
5. Nuevo Adán
6. Capítulo del Génesis que habla de la caída del hombre.

La Promesa de Salvacion

 

 

En el libro del Génesis, especialmente en el capítulo 3, encontramos un apartado que nos relata la caída del hombre, que fue seducido por la serpiente y desobedeció el mandato del Dios, quien sin embargo lejos de apartarse o abandonar al hombre, inicia más bien, el plan de salvación para toda la humanidad.

Dios, que es amor, no quiso dejar abandonado al hombre a su suerte, ni que pereciera en las garras del pecado que trajo la muerte al mundo por la desobediencia de Adán y Eva, sino le anuncia a éste la Promesa de Salvación, el plan salvífico de Dios para la su creación.

El Señor maldice a la serpiente, figura del espíritu del mal, diciendo: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya: ella te herirá en la cabeza, pero tú herirás su talón”. (Gn 3,15). Este pasaje bíblico nos perfila la figura de María, la imagen de la Inmaculada que es símbolo del triunfo de Dios sobre el mal. Dios prometió en el paraíso que una mujer humillaría a la serpiente al dar a luz a su hijo. Esa mujer es María, la nueva Eva, libre del pecado original desde antes de su concepción, gracias a la obra redentora de su Hijo Jesús, quien nos libera del mal y de la muerte eterna.

Los primeros cristianos llaman al texto bíblico de Génesis capítulo 3, versículo 15, como el Protoevangelio, “Primer Evangelio”, es decir, primera buena nueva, que deja entrever la voluntad salvífica de Dios ya desde los orígenes de la humanidad.

Frente al pecado, la primera reacción del Señor no consistió en castigar a los culpables, aunque les hizo saber las consecuencias del mismo, sin embargo a través de su Palabra, Dios les abre una perspectiva de salvación y los compromete activamente en la obra redentora, mostrando su gran generosidad también hacia quienes lo habían ofendido.

Las palabras del Protoevangelio revelan, además, el singular destino de la mujer que, a pesar de haber precedido al hombre al ceder ante la tentación de la serpiente, luego se convierte, en virtud del plan divino, en la primera alianza de Dios.

Eva fue la aliada de la serpiente para arrastrar al hombre al pecado. Dios anuncia que, invirtiendo esta situación, él hará de la mujer la enemiga de la serpiente, por eso es que se le considera a María, como la nueva Eva.

Retomando el texto de Génesis 3, 15, “Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar” que, según el original hebreo, no atribuye directamente a la mujer la acción contra la serpiente, sino a su linaje, es decir a su descendencia, al hijo: Cristo Jesús, quien es el que aplasta la cabeza de la serpiente, da muerte al pecado, a través de su pasión, muerte, resurrección y ascensión a los cielos.

El Catecismo de la Iglesia Católica (CEC), en su numeral 411, incorpora un

 

 

elemento nuevo al mencionar que la tradición cristiana ve en esta cita bíblica (Gn 3, 15) un anuncio del “nuevo Adán” que por su “obediencia hasta la muerte en la cruz” repara con sobreabundancia la descendencia de Adán; y además, nos recalca lo mencionado anteriormente sobre la mujer anunciada en el “Protoevangelio,” la madre de Cristo, María, como “nueva Eva”, quien de manera única, se benefició de la victoria sobre el pecado alcanzada por Cristo: fue preservada de toda mancha de pecado original (cf. Pío IX: DS 2803).

Estamos frente a la profecía y promesa más grande e importante de todo el Antiguo Testamento que tendrá su cumplimiento en El Nuevo Testamento, aunque la bondad y el amor de Dios superan los límites que aquí se proyectan. En razón de esta promesa vendrán todas las elecciones y las alianzas, las intervenciones de Dios y su mensaje; toda la Historia de la Salvación parte de este vértice.

 

La historia del pueblo de Israel no será sino el ir preparando el camino y determinando con rasgos más claros el bosquejo que ahora se deja entrever. En una palabra, podemos decir que es la promesa de nuestro retorno a la casa del Padre.

 

Y los echó Yavé Dios del jardín del Edén: Gen 3, 23, desde entonces el hombre anda errante con nostalgia del paraíso perdido. Su corazón arde con sed de infinito que nada apacigua ni sacia.

 

Sin embargo, antes de arrojarlos fuera, Dios se preocupó todavía de hacerles túnica de piel, nuevo rasgo de delicadeza de Dios para con el hombre caído. Pero no sólo eso. El texto quiere decir que únicamente Dios puede cubrir la desnudez del hombre y la mujer. Al elaborar Dios los vestidos a nuestros primeros padres estaba prometiendo que, aparte de quitar el pecado, iba a suprimir también todas las consecuencias.

 

Si Adán y Eva representan a toda la humanidad como a cada hombre en particular, no son menos típicos sus dos hijos Caín y Abel que simbolizan los tipos de hombres que existen en la tierra: Abel, el prototipo de la buena semilla que se ha de dar en toda la historia de la salvación; Caín, la cizaña que crecerá en el mismo campo. Ellos encarnan el interior de cada hombre. Dentro de nosotros existe el Caín y el Abel, que son descritos por San Pablo como el hombre viejo y el hombre nuevo que luchan entre sí.

 

A la rebelión del hombre contra Dios, le siguió la lucha fratricida del hombre contra el hombre, que es su hermano. Las guerras, odios, rencores y envidias de los hombres contra los hombres son consecuencia del pecado. Al separarse el hombre de Dios, se separó de su hermano.

 

 

 

 

 

 

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